lunes, 7 de enero de 2013

DE CÓMO LOS LIBROS INFLUYEN EN NUESTRAS VACACIONES


Las buenas compañías

Por Silvana Boschi

DE CÓMO LOS LIBROS INFLUYEN EN NUESTRAS VACACIONES

Ahora que el mundo no colapsó como predijeron algunos intérpretes de las profecías mayas, o digamos que no colapsó todo junto y para siempre, sino que se siguen produciendo pequeños colapsos cotidianos, es hora de pensar en qué universo literario vamos a sumergir nuestra cabeza en estas vacaciones.

Porque aunque una tiende a manotear el último libro que compramos, el del autor que fue bendecido por la crítica o los gordos volúmenes de literatura erótica que tienen contentos a tantos novios y maridos, hay que recordar que esa elección puede influir en cómo estará nuestro ánimo en esos días de descanso, en los que siempre –calculamos con optimismo– vamos a dedicarle muchas horas a la lectura.

Porque hay libros que te dejan con la sensación de haber leído algo bello (y no estoy diciendo algo feliz sino algo bello) y libros que destilan un sabor amargo.

Recuerdo unas vacaciones que pasé en el sur de Brasil. Todo estaba perfecto: la playa, el clima, la compañía. Pero no puedo pensar en ese hotel sin revivir la sensación de opresión que me dejó la novela que estaba leyendo: un caso de relaciones sombrías, de personajes sórdidos y sin salida.

Como contrapartida, una de las vacaciones más lindas de mi infancia la pasé con mis padres y hermanos en un pueblito de Córdoba, donde no había casi nada que pudiera divertir a una chica: una iglesia, un almacén de ramos generales –de la familia de Dalmacio Vélez Sarsfield, el redactor del Código Civil- y unas ruinas jesuíticas. Sin embargo, todas las noches mi papá tomaba un viejo libro y nos leía un cuento de Las mil y una noches. No sé si se trataba de una versión infantil o podaba las escenas entre el sultán y Scherezade, pero los personajes de esos cuentos fueron los mejores amigos de viaje que puedo recordar. El pueblo, teñido de sepia y detenido en el tiempo, no tenía nada fantástico, según comprobé años después. Como en las profecías incumplidas, lo fantástico estaba en el relato. 


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