Zooterapia, los animales
como alternativa
Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo
Especial para ConexiónBrando
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Especial para ConexiónBrando
Un interesante modo terapéutico está haciendo
furor en las disciplinas psico-educativas en Argentina. Se llama Zooterapia y es una técnica que
incluye en el tratamiento, la asistencia de animales. Aunque su uso es prehistórico, esta
tendencia está aumentando a la hora de estimular a aquellas personas con
capacidades diferentes.
Luciano, de unos pocos
años, es uno de los tantos niños que padecen la patología del autismo. Como
todas las mañanas, Boxler, un labrador negro de corazón gigante, se le acerca y
trata de inquietarlo. Como en cada uno de sus intentos por perturbar la
tranquilidad del pequeño, Boxler le acerca varios juguetes que saca de una
enorme caja. En otro intento, le trae un trozo de correa, se la coloca en la
mano y él instintivamente sujeta uno de los extremos. Hasta ese instante, el
chico no había tomado conciencia de la presencia del canino. Ahí, Boxler
comienza a tirar, provocando una reacción en el chico, quien jugando lo mira a
los ojos. En ese tironeo, una increíble evolución se generó en la terapia. El
tratamiento ya estaba dando sus frutos.
Un poco de historia
El trabajo con animales domésticos data del
año 1792, en Inglaterra, cuando el médico William Tuke, comienza a emplear
perros para mejorar las deplorables condiciones en las que se vivían en los
manicomios. Consideró aplicar
menos castigos y azotes y sí basar los tratamientos en la dependencia que puede
resultarle a un hombre una mascota. Con el tiempo, su pensamiento vanguardista,
daba los primeros frutos al comprobar los resultados positivos que surgían de
tal relación. La soledad mermaba, al igual que la locura y las relaciones
pacientes animales, humanizaban los tratamientos.
Ya en 1944, la Cruz Roja de Nueva York utilizó
perros en la rehabilitación de ex combatientes. Mundialmente, existen programas
donde se utilizan perros con pacientes internados o ambulatorios. Éstos aumentan los niveles de
autoestima, lo cual colabora en la recuperación de los mismos.
"El hombre tiene un gran poder de habla,
pero la mayor parte de lo que dice es vano y engañoso. Los animales apenas
pueden hablar, pero lo poco que dicen es útil y veraz, y es mejor una cosa
pequeña y cierta que una gran falsedad." Leonardo Da
Vinci.
La Zooterapia es, de esta manera, una técnica que se basa en la
estimulación para favorecer tanto el diagnóstico correcto como el aprendizaje y
la adaptación de estos pacientes con capacidades diferentes. El estímulo está dado por animales, en
su mayoría perros, gatos, caballos y delfines. En estas prácticas, las mascotas
desempeñan un papel fundamental en la apertura de la persona hacia nuevas
actividades, funcionando como un poderoso estímulo. En mayor medida, los que
reciben estos tipos de tratamientos son los chicos de hasta 21 años.
"Bajo este tipo de terapias, los
pacientes reciben una gran motivación e influencia externa gracias a los
movimientos de los mismos animales. Generando una recuperación más eficiente en
las afecciones neurológicas o traumatológicas. También sucede que al ser
animales preparados para este tipo de terapias, las relaciones se vuelven
fuertes vínculos de estimulación. Existe infinidad de pacientes que comienzan a
reconocerse a partir de los animales que tienen en las sesiones o que entienden
las partes de sus propios cuerpos, señalándolas primero en sus
"amigos" caballos", explica uno de los
doctores que dirige la Fundación Científica Argentina Establo
Terapéutico.
Centrándose un poco más en los caninos a la
hora de hacer este tipo de terapias, afirma la Licenciada
Amelia Lorena: "El perro ya por ser perro
tiene patrones de conductas determinados que permiten entender lo que necesita
cada paciente en su tratamiento. El perro al adaptarse al paciente, nos muestra
por dónde abordarlo." Vale
decir, el perro responderá al estimulo recibido, sea indiferencia o
interacción. Si el paciente quiere jugar, será el primero en jugar, si recibe
indiferencia, se quedará a su lado a la espera de alguna reacción. Otro paso
también es cuando el animal busca la motivación. Y una vez entendida esta
motivación, el tratamiento estará dando sus frutos.
En cuanto a los tratamientos, todo trabajo con los pacientes
tiene un máximo de dos años, el cual una vez terminado, siguen bajo
controles, especialmente en el caso de los niños que llegan a la adolescencia,
donde por lo general se deben hacer algunos ajustes.
En Argentina estas prácticas se realizan por
profesionales idóneos que coordinan estos programas. Uno de las instituciones
más prestigiosas es el Hospital Pedro Elizalde, que bajo la supervisión de los
psicólogos Amelia Lorena y José Pose, atienden a niños y adolescentes de hasta
veinte años con trastornos generalizados del desarrollo, entre los que se
encuentran el
autismo o el
retraso mental.
Otro lugar donde se puede consultar es El refugio de mi paz, donde funciona desde
algunos años una asociación dedicada a la canoterapia, una rama definida de la
Zooterapia, que utiliza a ejemplares caninos para mejorar la salud psicosocial
de pacientes de distintas edades y categorías. Allí, diversa variedad de perros adiestrados
en diferentes modalidades terapéuticas, trabajan con personas epilépticas,
estimulando y avisando con una anticipación de diez o menos minutos si va a
sobrevenir un ataque. También
lo hacen con pacientes con psicosis, autismo, síndrome de Rett, de West, de Angelman, de Asperger, distrofia muscular,
parálisis cerebral y mielomeningocele. Otros se especializan en
insulinodependientes, en tracción de sillas de ruedas y oncología. El grupo
está conformado por un fisioterapeuta, una fonoaudióloga, un profesor de educación
física, una cuidadora de perros y dos profesionales de carrera
hospitalaria.
Ludmila, una niña de tan sólo 16 años, tiene
diagnosticado psicosis. No habla y siempre se aleja de todos. De su tratamiento
participó Delfina, una labradora que todas las mañanas la iba a buscar y la
acercaba al grupo, tomándola de la mano suavemente con su boca. Cada vez que
Ludmila se fijaba en un punto, Delfina le llenaba la cara de lengüetazos o
comenzaba a apretarle la mano delicadamente y sin lastimarla. Durante una caminata por el
parque, se pudo observar que Ludmila le hablaba despacito como contándole
cosas. La terapia
progresó y se basó en las cosas que Ludmila le contaba a su amiga
Delfina.
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